Necaxa takes as its starting point the current situation of a town dramatically affected by the decree of liquidation of the Luz y Fuerza del Centro (LyFC), a light and power government company declared in an alleged bankruptcy in 2009, aimed both at dismantling one of the main autonomous union in Mexico and preparing the industrial branch for later privatization. The town, that has hosted for over a century the first hydropower plant in Latin America, that was the first to bring electricity to Mexico City and one of the cradles of national organized labor, is now suffering the long aftermath of social stagnation caused by the dismissal of thousands of LyFC workers. The company was for a hundred years the very basis of the both local economy and identity.

Through different strategies of photographic representation the project presents an iterative visual study of the industrial landscape, human and natural alike, built by the hydropower plant. The project as a whole is an allegory about the changing role of the working class after the twentieth century. Based upon the edification, or perhaps mere recognition, of a forgotten emblem of vernacular modernity, Necaxa seeks to create a symbolic capital capable of interfering with the consolidation of dominant narratives, both in the field of art and beyond it.

 

Installation views

 

 

La extinción de la empresa Luz y Fuerza del Centro en el año 2009 fue un duro golpe para la población de Nuevo Necaxa, cabecera del municipio Juan Galindo (Puebla). Emplazamiento de la primera central hidroeléctrica de América Latina, uno de los enclaves para el establecimiento de la modernidad industrial en México, la vida cotidiana de su comunidad se organizaba en sincronía con las actividades de la industria eléctrica, respaldada por una larga tradición en la organización obrera que comenzó en 1906 con la fundación de la Liga de Electricistas Mexicanos, antecedente para la consolidación del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), establecido en 1914. La extinción de la paraestatal dejó tras de sí una depresión laboral que afectó por completo el tejido social de Nuevo Necaxa, donde la pérdida de la fuente de empleo y las prestaciones laborales ganadas por los trabajadores, los ha empujado hacia la migración como una de las tantas soluciones forzosas para resolver el impacto en la economía y supervivencia de familias enteras.

En ese contexto marcado por la crisis, Oscar Farfán ha desarrollado un proyecto a través del cual documentos y representaciones históricas de la industria eléctrica se tejen con la memoria comunal; testimonios de la presente resistencia de los trabajadores desplazados, decididos a recuperar su condición de obreros en activo, se funden con autorepresentaciones de la otrora vida sindical; y fragmentos de la retórica ejercida por los líderes del SME colisionan con la fotografía como un dispositivo complaciente hacia las convenciones de la visualidad moderna, forjada en la cultura occidental, que tiene en el paisaje una de sus codificaciones más sofisticadas, y por lo tanto, muy resistentes a la reescritura política e histórica.

A partir de la reincidencia de una mirada contemplativa, que toma como base diversos soportes y formatos tanto digitales como análogos, y que ofrece al espectador una aproximación sensible a la ecología modificada por la presa, se deslizan contrapuntos textuales y sonoros que recalcan el compromiso con la legitimidad de las luchas de la clase obrera en un momento de repliegue y pérdida persistente de conquistas sociales elementales. Así, una selección de consignas que vienen del sindicalismo independiente, el comunismo y el anarcosindicalismo históricos encarna en las apacibles vistas del lago artificial, paraje digno de la hechura de Dios que el Hombre decimonónico concibió, un corto circuito entre las expectativas sobre un “género” de la plástica y la resonancia de esas demandas en una geografía marcada en estos momentos por la incertidumbre. Lo mismo sucede con los videos elegidos por el artista, apenas un par de los varios realizados en la localidad, para contrastar el discurso beligerante de los fundadores del SME con la amplitud del espacio en la representación técnica, ahora entendida como un vacío en la vida política y social de quienes habitan esos sitios.

El dispositivo en su conjunto, una reinterpretación de una particularidad geocultural a propósito de la transformación global que modificara la relación de fuerzas entre capital y trabajo establecidas durante el siglo XX, también señala las limitaciones de una tradición visual artística legitimada en la fotografía y la imposibilidad de su “pureza” cuando abraza sin problemas otros soportes como el video, la instalación o estrategias como la apropiación de símbolos, así como de documentos históricos, recopilados durante la investigación del artista. Recuerde: los medios no siempre atenúan el golpe del mensaje.

Irving Domínguez, noviembre del 2014, Ciudad de México.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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